Madrugada del día 8 de agosto del 2010
Nos levantamos sobre las 6:00 de la mañana y creíamos que íbamos a ser los únicos pero a esas horas éramos los últimos en levantarnos, desayunamos en el Albergue, me moje la cara como los gatos (voy a dejarme barba hasta que vuelva a Madrid) preparándonos para irnos. No sabíamos para donde y preguntamos y observamos que hay mucha camarería entre los peregrinos, en todo el viaje no dimos con ninguno que fuera grosero, todos amables, serviciales y simpáticos.
Livia, nos dijo que le diéramos recuerdos a LUDI que era su amiga y estaba en el Albergue a dónde íbamos a dormir.
Comenzamos a andar, quizá con demasiadas ganas, sabíamos que esta era la etapa reina de todas pues había que subir a O’Cebreiro y es la más recordada por los peregrinos por lo dura que es.
Marisa va la primera y aunque hay pocos peregrinos a esas horas -estaba amaneciendo- hay alguno que otro y cuando nos adelantan nos dicen “Buen Camino” que da pie para hablar con el compañero de viaje o caminar en silencio, como prefieras, aunque hay tiempo para todo.
Vamos por asfalto, separado por la carretera con un muro y adelantamos a uno de Santander que iba solo, se llamaba Emilio y que después nos lo encontraríamos en todas las etapas.
Pasamos Pereje, Trabadelo y comenzamos a notar que se sube suavemente, nos desvían por caminos de arena, tierra y vamos a pueblos que están perdidos por la montaña; el paisaje es muy bonito, los caminos preciosos y subimos casi todo el tiempo al lado del rio Valcárcel, el baja y nosotros subimos.
Marisa continúa tirando y llegamos a Ambasmestas que se llama así porque se unen dos ríos el Balboa y el Valcárcel; en esto que pasamos por Vega del Valcárcel y llegamos a Ruitelan donde se notan los kilómetros y la subida.
En un pueblo de estos pequeños, nos da el olor de una panadería, preguntamos si nos hacían unos bocatas, y nos hicieron tres bocatas de pan de pueblo con tortilla a la francesa, jamón y tomate que estaban deliciosos ¡Pero era casi una barra de pan!
De aquí tomamos por norma, para cada tres horas para comer y reponer fuerzas, aunque Víctor quería volver a por otro bocata.
En las Herrerías ya se nota la subida, pero como te distrae el paisaje, el bosque, el agua y la gente del campo; hablaba con todos los que me encontraba.
Nos encontramos con una pareja de la Guardia Civil, que iban a caballo y fueron muy simpáticos y majos dándonos ánimos para continuar.
A Marisa le sale un amigo “Una tendinitis” en la rodilla izquierda que la comienza a molestar, a mí se me calientan los pies y Víctor va como si nada. El llegar a la Faba ya tiene su cosa, serian la una de la tarde y se nota la subida.
Siempre encontrábamos bifurcaciones para los peregrinos que iban a pie y en bicicleta. Bueno, desde la Faba a la Escuela que era nuestro Albergue que estaba en el pueblo -dos casas- de la Laguna había 2,4 kilómetros que cuesta arriba, muy cuesta arriba por un camino de piedras, sin árboles y con un sol del carajo y sobre las dos de la tarde era agotador. Aunque habia controles de avituallamiento.
A Marisa la tendinitis le fue subiendo hasta la ingle, me habían salido varias ampollas y Víctor tan fresco, tanto que se puso la mochila de Marisa y subía con dos.
En la subida hemos sudado, hemos sufrido y al final que nunca llegaba vemos un cartel que dice “La Escuela 600 metros”, son los 600 metros más largos de mi vida.
Víctor se paso, pues iba delante y tuve que llamarle para que se volviera.
Hemos llegado al Albergue deshidratado, cansado, con tendinitis, con ampollas pero contentos de hacer la primera etapa.